Somos una generación de mujeres en las que lo habitual después del nacimiento y tras el primer llanto era agujerear las orejas para poner los pendientes.
Hoy día esto ya es variable. Yo por ejemplo no lo hice con mis dos hijas: La mayor me lo pidió hace un par de años, y ya tiene una buena colección de pendientes i la pequeña, más transgresora, nunca ha hecho alusión.
Sea como sea, muchas mujeres y algún hombre, llegan a mi consulta con el problema de que el agujero se ha rasgado, se ha alargado y molesta o no permite que el pendiente se enganche adecuadamente.
Esto tiene una reparación simple: no tanto como dar un punto y ya está, como piensan muchas de mis pacientes; es algo más laborioso, ya que si no retiramos con un bisturí la piel que rodea el orificio y dejamos el agujero en carne viva”, esta zona no podrá cerrar.
Puede ser una o ambas orejas, con rotura parcial o total. Ocasionado por un traumatismo o de manera espontánea, porque aquella persona tiene la piel más fina y pequeños estiramientos o llevar los pendientes por la noche, acaban ensanchando el orificio.
Cuando se decide la intervención, en consultes y con un poco de anestesia local se realiza este procedimiento:
Se dibuja la zona de piel que hay que retirar, se quita con bisturí y se vuelve a cerrar con unos puntitos finos y delicados que se cosen por delante y detrás para que quede bien sellado.
Hay que llevar los puntos tapados con unes tiritas entre 10 y 15 días.
Pasado este tiempo se retiran, siendo recomendable hidratar la piel para volverla a reforzar.
Pasado un mes se puede plantear hacer el nuevo agujero.